Aprovechando mi nuevo horario y las largas horas que me esperan sentada en una de las sillas silenciosas de la biblioteca de la facultad a la espera del autobús que me lleve a casa, he empezado a familiarizarme con todos los pasillos y libros que hay colocados en las estanterías de la misma.
Hoy, buscando algún libro curioso para los niños, me he encontrado con dos ejemplares de una colección de libros (que completa tiene que ser una pasada) dirigida a niños, sobre los derechos de los mismos, la violencia, el maltrato, los abusos sexuales, el acoso escolar, la intolerancia y el racismo, y la injusticia e ilegalidad.
Creo que son libros muy interesantes para los niños en estas épocas que vivimos, y pueden ayudar bastante a conseguir esa igualdad y respeto que queremos, ya que la mayoría de los niños desconocen sus derechos, y es por eso que creen que sólo ellos tienen derechos y confunden aquello que no quieren con una injusticia.
Al abrir el libro, la carta de Pedro Núñez Morgades, el Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid, me ha maravillado tanto que inmediatamente los he cogido para leerlos con calma aquí en casa.
Los libros están escritos por Stéphanie Duval y Jacques Azam, publicados por la Editorial San Pablo, por si a alguien le interesa.
Os dejo con la carta y con algunos dibujos graciosos que he encontrado en ellos (para ver mejor los dibujos, os aconsejo que hagáis click sobre ellos):
Queridos amigos y amigas: A lo largo de vuestra vida, puede que hayáis oído hablar de algunas cosas que, aunque a veces no entendáis del todo o no sepáis valorar bien, os pueden asustar. Estos libritos que ahora tenéis entre las manos pretenden advertiros sobre algunas de esas situaciones y, especialmente, enseñaros a respetar a los demás, a hacer que los demás también respeten vuestros derechos y a decir NO ante algunas circunstancias, porque debéis tener claro que nadie puede obligaros a hacer determinadas cosas si vosotros no queréis. Ser niño no significa estar desprotegido o a merced de lo que los mayores quieran hacer con vosotros. Muy al contrario. Las personas adultas deben serviros como guía y apoyo, especialmente vuestros padres y también vuestros profesores, pero, aunque tenéis que respetarlos, debéis saber que ni ellos ni nadie pueden disponer de vuestra vida ni de vuestra voluntad siempre que quieran. Estos libros, que están escritos e ilustrados para que vosotros los comprendáis perfectamente, os hablan sobre la necesidad de respetar a los demás (y a vosotros) en todos los aspectos de la vida. Los malos tratos, físicos o psicológicos, y los abusos sexuales son formas de humillar a la persona, de vulnerar su derecho más básico: el de no ser agredido. Si algo de esto os está sucediendo, no os calléis. Contádselo a vuestros padres, a vuestros profesores, a cualquier otro familiar. Hablad con personas en las que podáis confiar y decidles lo que os sucede. Os ayudarán. El silencio no hace más que aumentar vuestros sufrimiento y no soluciona nada. Y si sabéis que alguno de vuestros amigos o compañeros padece malos tratos o abusos le ayudaréis si se lo contáis a vuestros padres o profesores para que, como mayores que son, puedan hacer algo por ellos. Pero hay otras formas de no respetar a los demás. Por ejemplo, considerar que alguien es infrerior o que no debe tener nuestros mismos derechos sólo por ser de otro país, de otra cultura, de otra religión o por tener el color de su piel distinto al nuestro. Hay que intentar siempre estar cerca de esas personas que, aunque nos parezcan diferentes, no lo son. Intentad defenderlos si otros los atacan, poneos en su lugar y pensad que para ellos nosotros también somos distintos y no por eso tenemos que merecer su desprecio. Imaginar cómo nos sentiríamos nosotros si nos ocurrieran algunas de esas cosas nos ayudará a que podamos ser un poquito mejores cada día. Por eso, será bueno que leáis con mucha atención estos libros, que penséis sobre los consejos que en ellos se os dan, que los comentéis con vuestros padres... Seguro que os resultarán muy útiles y aprenderéis algo más sobre lo que es el respeto a los demás, la tolerancia y la convivencia. En definitiva, os ayudarán a ser mejores personas.
Pedro Núñez Morgades
Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid


Si tuviera que describir el día de hoy, la palabra adecuada para ello sería "agotador". Primer día de clases del segundo cuatrimestre. Vuelvo a la rutina de madrugar, más aún de lo que madrugaba cuando estaba de exámenes. Me levanto con un frío que pela, a las 6:30 de la mañana, que hasta las calles están cerradas... Subo medio zombie al autobús, veo a gente que no veía desde el año pasado. Disfruto de mi primera cabezada del año en el autobús, del sonido mañanero de la radio, que el conductor lleva puesta a todo volumen, como si supiera que aún estamos dormidos. Llego a la universidad, con más frío quizás y sin saber a ciencia cierta a la clase donde tengo que ir. Suerte que me cruzo con unas compis de clase. Lucho contra el viento y llego por fin a la clase. Tres horas seguidas de expresión plástica... Espero que la profesora sea maja, porque si no...
La profesora empieza con mal pie, contándome su vida, cuando yo en lo único que pienso es en volver a mi caliente y cómoda cama, a seguir soñando esos sueños que los pesimistas llaman imposibles. Pero, poco a poco, la profe va cambiando y me va cayendo bien... Mierda, creo que me estoy despertando. Mantiene varios diálogos retóricos con nosotros, los ciento veinte alumnos que la observamos (sobre todo alumnas), y pone de manifiesto algunas de sus opiniones sobre la didáctica, la docencia, y todo el mundillo de los maestros en general. Definitivamente, quiero ser como ella de mayor.
Descanso de diez minutos. Buf, lo necesitaba. Doy de comer al alien que se estaba criando en mi estómago, mientras camino hacia la biblioteca para consultar mi nota en una de las asignaturas de las que me examiné, concretamente, el 7 de enero (una fecha cojonuda, desde luego... Mando desde aquí un beso cariñoso al hijo de su madre que tuvo la brillante idea de adelantar los exámenes este curso).
Miro por fin mi expediente. Otra asignatura más suspensa. Ya van dos asignaturas para junio... Me cabreo, me indigno, hasta se me escapa alguna lagrimilla. Me he pegado una Navidad de mierda para sacar un puto tres. Diez minutos después (o media hora, según como se mire...) decido que no sirve de nada lastimarme y darle vueltas, que tengo que centrarme en estas nuevas asignaturas, que son la monda, y en aprobar las suspensas en junio... Y sobre todo, no ser para nada pesimista y pensar que todo, ABSOLUTAMENTE TODO va a salir bien. Al menos resulta bastante terapéutico pensar así.
Otra asignatura. Dos horas seguidas. No me cae bien la profesora, sólo ha dicho hola, pero la tengo calada. Esta tiene pinta de ser una arpía corrigiendo, de no tolerar ni el más mínimo fallo (porque, atención, aquí los alumnos no son personas, son alumnos). No me equivoco. Sigue hablando y cada vez lo tengo más claro. Pero hay que tragar... Ya sé que no quiero ser como ella de mayor.
Se han acabado las clases de la mañana. Ahora tenemos cuatro larguísimas horas libres, sin hacer más que contarnos nuestra vida y cotillear mis compis y yo hasta la próxima clase, a las seis de la tarde. A una amiga y a mi nos da por ver monólogos, con los auriculares puestos, en medio de la biblio. Sólo se nos puede ocurrir a nosotras, porque minutos más tarde empezamos a aguantarnos esa risa que quiere escapar, pero que el silencio sepulcral del sitio te obliga a tragarte. Las dos lloramos de la risa. Bueno, yo también de la rabia de mi suspenso...
Llega la hora de clase. La profesora no aparece. Odio a la gente impuntual. Al fin, alguien entra por la puerta y empieza a mandar silencio. Me encanta, llegan tarde y antes de saludar ya están pidiendo que nos callemos. Esta chica no me cae mal, aunque la asignatura me cae mejor que ella, sin duda. Esta asignatura no le pega...
Al fin hemos terminado. Un día raro, de bromas y risas, de historias por contar entre compañeras que se remontan a principios de la Navidad, de rabia y tristeza por haber suspendido, de cansancio, mucho cansancio, de... Bueno, un día de muchos sentimientos encontrados.
Salvo por ese suspenso, no ha estado mal. A ver qué nos espera mañana.
Llego a las ocho de la tarde, de noche completamente por estos lares. Entro a casa, anuncio mi suspenso y me voy a la ducha. Salgo como nueva, agradezco la sabrosísima cena que mi madre (mi maravillosa madre) tiene preparada. Vengo a la habitación y me pongo a contar mi día a unos desconocidos que dudo que lean el post entero, y si lo hacen, no será porque sus vidas sean mucho más interesantes que la mía.

P.D.: Siento haber contado mi vida, pero necesitaba desahogarme. Y como este blog se titula mis reflexiones, y por suerte eso es sólo mío (ni me lo prestan, ni lo tengo que pagar, ni me lo tienen que calificar,...), pues hoy me ha apetecido reflexionar sobre el día de hoy. ¿Quién sabe? Quizás lo hago alguna vez más...

Gracias por leer hasta aquí. Te mereces un besito virtual. Ahí va: muaKs!



Os dejo aquí un monólogo del gran mago y humorista Luís Piedrahíta. Personalmente, me encanta este chico, lo adoro. Este es uno de los montones de monólogos buenísimos que tiene, pero por el momento os dejo con este, que me encanta. Espero que os guste




Hoy quería hablar sobre lo que está sucediendo en la franja de Gaza, y buscando información y noticias al respecto me he encontrado con un video que ha grabado Pedro P., protagonista de uno de los muchos videoblogguers (no sé muy bien si se escribe así o no) que podéis encontrar en Internet y que me ha llamado bastante la atención, pues comenta muchísimas cosas en las que estoy de acuerdo con él y, sobre todo, afirma algunas verdades rotundas.
Espero que al ver el vídeo me mostréis vuestra opinión sobre el tema.
NOTA: Antes de ver el vídeo, apaga la música. Está en la sidebar, un poquito más abajo.




Ayer fui a ver la película “Di que sí”.
Como todas las películas protagonizadas por Jim Carrey (no sé si se escribe así, pero seguro que me habéis entendido), te partes de risa con cualquiera de las caras que pone el actor. Pero esta película me dejó otro sabor distinto a las que he visto protagonizadas por este actor.
En la película, Carrey (suena más cariñoso así) hace el papel de un banquero cuya vida, tras romper con su esposa, se convierte en una monotonía. El personaje se acostumbra a poner excusas ante las invitaciones para ir a dar una vuelta de sus amigos y suele incurrir en decir que no a toda pregunta que cualquiera le proponga. Se encierra en sí mismo y no se relaciona con nadie, ni siquiera en el trabajo.
Un día, un amigo le convence para asistir a una especie de organización (parece una secta como te lo plantean en la peli. Se pasan un poco, la verdad..xD) que pretende responder a todo que sí, con el pensamiento de que, de esta manera, serán más felices y podrán vivir más tranquilos.
Y así es como hace un pacto y promete contestar a todo que sí, sea cual sea la respuesta.
El resto ya no os lo cuento, que sino no iréis a ver la película...

El caso es que esta película me ha hecho reflexionar sobre la monotonía de todas nuestras vidas. Nunca tenemos tiempo de hacer lo que realmente nos gusta, o casi nunca. Y el tiempo del que disponemos es siempre mucho más corto de lo que querríamos. ¿Y por qué?
Pues volvemos a lo mismo de siempre: trabajo, deseo, consumismo, prisa, estrés, ...
Hacemos todo corriendo, rápidamente para que el día nos llegue para realizar todo lo que queremos. No disfrutamos de ningún minuto de nuestras vidas porque siempre estamos ocupados pensando que no nos dará tiempo realizar tal cosa, o que tenemos que hacer tal otra...
Llevamos una vida monótona y ajetreada. Quizás no hacemos todos los días lo mismo, pero la rapidez con la que realizamos todo nos da la sensación de que todos los días son iguales.
Ya no hay tiempo para disfrutar la naturaleza, para respirar aire puro (porque casi ni queda ya) ni para jugar con los niños, sean los hijos, hermanos, primos, sobrinos, amigos,...
No importa, los niños tampoco tienen tiempo de pararse a jugar con los adultos. Siempre tienen deberes para realizar (no creo que sea normal que un niño de 11 años llegue cada tarde con una media de dieciocho ejercicios para hacer en casa, sinceramente), o actividades extraescolares (que a la vez hacen de canguro para los padres), o demás elementos tecnológicos (televisión, ordenador, nintendo DS, wii, game boy,...). Pocos niños hay ya en la calle jugando con sus amigos, muy pocos.
Todo esto nos lleva a generarnos una burbuja propia de la que rara vez salimos. Necesitamos de Internet para conversar con alguna persona de la otra parte del mundo, pero hace días, incluso meses, que no hablamos con nuestro vecino. Conversamos durante horas y horas con un amigo todos los días por messenger, cuando vive a dos manzanas de tu casa, y podrías hablar más y mejor con él en un café.
No estoy en contra de la tecnología y los avances, para nada. Adoro mi ordenador, y estoy muy agradecida a Internet por ofrecerme la oportunidad de intercambiar intereses con personas de cualquier parte del mundo, y facilitarme la tarea de crear nuevos proyectos. Pero opino que deberían utilizarse con mesura. No todo es blanco o negro, hay medias tintas. Podemos hacer todo lo que se hacía antes, y aprovechar todo lo que tenemos ahora. Pero no queda bien que una cultura se quede sólo con sus inventos más actuales y olvide años y siglos pasados de costumbres y tradiciones. Es una pena que avancemos en la tecnología y la ciencia, y al mismo tiempo retrocedamos en nuestra convivencia como seres humanos, y lo hagamos cada vez más como robots programados.

Podría seguir hablando del tema durante muchas más lineas, pero creo que por hoy ya basta. Además, ya he exprimido demasiado la película. xD

Una frase de la peli que me gustó mucho:
“La vida es un patio de recreo. Todos lo sabemos, pero en algún momento de nuestras vidas, lo olvidamos”

Yo os pido que no lo olvidéis nunca. Y aprovechando, os recomiendo ver también otra película del estilo de esta, un poco más mística: Comento: Come, Reza, Ama. Saludos,