Como no ando muy bien de tiempo, os dejo una joya de vídeo que encontré el otro día por youtube. Realmente te cambia tu forma de pensar, y con esto ves que, en realidad, si queremos, podemos.

Me gustaría que me dejárais comentarios con vuestra opinión.
Saludos,
Sara!



Y, por si no podéis ver el vídeo directamente, aquí os dejo el enlace:


Ayer, para celebrar mi cumpleaños (que es hoy), fui a ver la película "El niño con el pijama de rayas", y lloré casi hasta deshidratarme. Esta película me recordó, en parte, a la de "La vida es bella", no por la trama, ya que es completamente distinta, sino por el sentimiento que despierta en aquellos que la ven.

La película, para los que no la hayan visto aún, trata sobre el holocausto desde el punto de vista de dos niños con la misma edad, pero con destinos muy distintos.
Es tremendo cómo se enfoca tal pesadilla y barbarie desde esa inocencia que puede tener un niño con 8 años.
La película es desgarradora y escalofriante, y nos hace reflexionar mucho sobre todo aquello que pasó, sobre las atrocidades que se cometieron.

Quizás son cosas ya demasiado vistas, como me dijo mi chico, pero no está mal recordarlo siempre que podamos. En aquella época, todos dejaron de ser humanos, para transformarse en robots sin sentimientos ni principios. ¿Cómo pudo un solo hombre convencer a toda una población de que los judíos no merecían vivir? ¿Cómo pudieron creer los alemanes de raza aria que ellos eran los únicos que merecían la vida?
¿Cómo...? Son tantas las preguntas que nos podemos hacer sobre esto... Y tantas las respuestas invisibles que vamos a obtener...

Los seres humanos somos así, buscamos siempre ser superiores al resto, destacar en algo, y parece ser que nos importa poco el precio que tengamos que pagar. Estos alemanes vendieron su alma por "una patria mejor", mandaron a sus sentimientos a los campos de concentración, y exterminaron a cualquiera que no cumpliera con sus ideales, aunque fueran miembros de su propia familia.

Reflexionar sobre todo aquello me lleva a pensar sobre un ejercicio que hicimos en clase de psicología el año pasado, y que puede mostrar, en parte, qué fue lo que pasó en aquellas personas para llevar a cabo tal barbarie. Espero que lo disfrutéis:













Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.

Creo que una de las razones por las que decidí estudiar magisterio fue esta. Desde pequeña demostré ser diferente a los demás. Reparé en que los adultos siempre estaban disgustados por algo, tenían muchas más responsabilidades que yo, nunca se conformaban con nada,...

Y aún recuerdo aquel día, en mi sexto cumpleaños, aquel deseo que intento cumplir día a día:
"No quiero crecer. Quiero seguir así el resto de mis días".
El deseo es tan cierto como que me llamo Sara, en serio. Aunque parezca mentira, con seis añitos yo ya sabía perfectamente qué quería ser en la vida, pero sobre todo, tenía muy claro qué no quería ser. Y no quería ser adulta.

Y sigo sin quererlo... A partir de entonces, mi lógica inocente e infantil se inventó una estrategia para enfrentarse al paso de los años y a sus consecuencias. Y en mi lógica aplastante, pensé que si no soplaba las velas de la tarta, si no decía a nadie qué día cumplía años, si no representaba de ninguna manera mi cumpleaños, seguiría teniendo la misma edad que antes, y lo más importante aún: seguiría siendo una niña.

Pero poco a poco, la cruda realidad te va haciendo despertar de esos sueños infantiles e inocentes, y quieras o no tienes que madurar, tienes que asumir responsabilidades, cumplir con compromisos que nunca has querido tener con nadie, pero que aún así tienes que tragar...

Y eso es hacerse mayor, nada más y nada menos. A cambio de todas tus nuevas responsabilidades, obligaciones y compromisos, tienes un poco más de libertad que cuando eras pequeño/a, pero salvo eso, "Hacerse mayor es una mierda", como decía ayer mi primo pequeño, de cinco años, que parece que va por el mismo camino que yo... xD

Ante esta cruda realidad, lo único que podemos hacer es no olvidar nunca nuestros años de juegos, de inocencia, de felicidad espontánea,... Hemos de saber apreciar que cualquier cosa de nuestro mundo, cualquier cosa, es una maravilla.

Un saludo, niños!