Bueno, ya estamos llegando a final de año y, cómo no, quiero desearos a todos una feliz Navidad y un próspero Año Nuevo, para que todos comencéis este año con la mejor de vuestras sonrisas.
Os deseo un año mucho mejor que el que estamos terminando, en el que todos seáis muy felices, un año en el que hagáis todas esas cosas que vais posponiendo por falta de ganas o de tiempo.
Espero de todo corazón que este nuevo año consigáis todo lo que os propongáis.
Os doy las gracias por haberme seguido durante este año, por haber vivido conmigo todas esas sensaciones e historias que he tenido que plasmar en mis escritos, y por haberlos comentado , ofreciéndome tanto apoyo y fuerzas para seguir adelante con ello; y os invito a que me sigáis visitando el año que viene.
Para terminar, quisiera que vierais este vídeo. Es otra visión de la Navidad que me ha conmovido. A esos papás les mando un abrazo y un beso enorme, y les deseo suerte para que logren terminar con esta injusticia y consigan una custodia de sus niños.
Un beso muy fuerte a todos. ¡Nos vemos el año que viene!




En efecto. ¿Cómo os quedáis al leer tal titular? Yo alucinaba.
Tras haber publicado, hace ya algunos días, una entrada dedicada a la "fantástica" definición que el diccionario de la RAE ofrece del adjetivo femenino, pensaba que ya no vería nada parecido.
En aquella entrada, recuerdo que me dejásteis comentarios haciendo constancia que, aunque aún quedaban ciertos aspectos que dejaban visible la desigualdad que a día de hoy existe entre hombres y mujeres, la sociedad había avanzado enormemente en esta lucha por la igualdad de género, y nosotras, las mujeres, podíamos sentirnos orgullosas de vivir en la época en que vivimos.
Sí, es cierto. Las cosas han cambiado bastante. Pero titulares como estos nos demuestran que pueden empeorar en cualquier momento. ¿Pero qué le pasa a este gobierno? ¿A santo de qué tenemos que pagar la pensión de viudedad a mujeres de matrimonio polígamo? Si en nuestra constitución aparece claramente reflejado el matrimonio monógamo como el único permitido en nuestro país, ¿por qué tenemos que aceptar matrimonios polígamos que vienen de otra cultura, y lo que es peor, gastar dinero del estado en financiar y favorecer la llegada de muchos más?
No lo entiendo. Por más vueltas que le doy, no consigo entenderlo.
Según el artículo al que ahora os voy a enlazar, se trata de un convenio que España ha firmado con Marruecos para repartir la pensión de viudedad entre las mujeres del hombre fallecido. Y, como me dijo una compañera cuando se lo comenté el otro día, "Pero bueno, si cogen la misma pensión de viudedad, y la reparten entre todas las mujeres del fallecido, tampoco pasa nada. Es como si el fallecido tuviera una sola mujer".
¡Mujer, claro! Sólo faltaría que cada una de las mujeres recibiera una pensión de viudedad igual a la pensión que puede recibir una mujer de un matrimonio monógamo. Ya sólo faltaría eso, por favor...
En fín, yo soy muy partidaria de la diversidad cultural, de la convivencia entre culturas, pero mientras esto no afecte a nuestra cultura, mientras esta diversidad no destruya cosas tan buenas como la igualdad de género que tanto nos ha costado conseguir. Si tenemos que coger aspectos de otras culturas, que sean positivos, por favor.
¿Por qué no se fija el estado en el buen funcionamiento de la educación en Finlandia, y toma ciertos aspectos para aplicarlos en el propio país? Creedme, esto sería mucho más positivo que admitir en España a los matrimonios polígamos. Porque eso, en definitiva, es lo que están haciendo.
Que no nos engañen. La diversidad cultural es buena si sirve para progresar hacia una igualdad de género, racial, y de cualquier tipo. Si no, es preferible que cada cultura se quede en su país. Y lo digo así, claramente.
Os dejo aquí el enlace a tal artículo:

http://blogs.periodistadigital.com/politica.php/2008/10/21/gobierno-admite-pensiones-viudas-poligam

Y me gustaría conocer vuestras opiniones. Saludos,



Esta semana hemos tratado en una de las asignaturas de mi carrera, un tema que me ha resultado muy interesante, más que nada por la complejidad a la hora de comprenderlo, y por la misma complejidad a la hora de tratarlo.

Se trata de un síndrome descubierto hace relativamente poco (incluído en el año 1994, en el DSM-IV) que afecta a bastante cantidad de población, de edades muy diversas, y en una mayoría de varones sobre mujeres.

Se trata, como he dicho, de una discapacidad, transtorno, síndrome,... Y no de una enfermedad, puesto que se desconoce la causa.
Esta discapacidad recibe el nombre de Síndrome de Asperger, en honor a un pediatra y psiquiatra nacido en Austria.

Las personas que padecen este síndrome padecen lo que podemos denominar “ceguera emocional”. Es decir, son incapaces de descifrar y comprender todos aquellos aspectos no verbales de una conversación, o frases metafóricas. Dicho de otro modo, no saben comprender ni mostrar emociones o ironía en otras personas.
Por tanto, si les dices “Tengo un hambre que me muero”, estos entienden, literalmente, que te estás muriendo de hambre, cuando, seguramente, símplemente sientes la necesidad de comer, pero no llevas meses sin hacerlo como para morirte.

Otro ejemplo: Si hablas con ellos, y de repente te pones a llorar, no se darán cuenta. No entienden que las lágrimas que brotan de tus ojos se relacionan con el estado emocional en el que te encuentras. Por otra parte, la mayoría de estas personas no te miran a los ojos cuando hablan contigo, o cuando les hablas, puesto que, como para ellos lo único importante y lo único que perciben son las palabras que les diriges, y no tienen que analizar tus expresiones faciales o tus gestos, no sienten la necesidad de mirarte a la cara.

Además, y lo que más me llama la atención, es que estos niños tienen, normalmente, una capacidad de memoria increíble y suelen ser muy inteligentes. Su cerebro tiende a centrarse en un área determinada, y la desarrollan hasta su nivel máximo de conocimiento. Nos encontramos, de esta manera, a niños con seis años, por ejemplo, que saben todas las capitales de todos los países del mundo, o que conocen todas las marcas de coches que existen en el mercado, … Esto ocurre tanto en niños como en adultos. En los vídeos que voy a exponer se puede apreciar claramente.

Es decir, estas personas son inteligentes hasta extremos inimaginables, pero no saben relacionarse socialmente. Es un síndrome muy parecido al autismo, pero más leve que este.
En estudios realizados, se cree que quizás personas tan importantes en nuestra historia, como Albert Einstein, Newton, o Mozart, por ejemplo, padecieron este síndrome o transtorno.
Por último, y algo que también me llamó mucho la atención, son personas etiquetadas con el nombre de “raros” por quien no conoce este síndrome, pues cambian de tema contínuamente. Si, por ejemplo, les dices la frase que he expuesto yo antes - “Tengo un hambre que me muero”-, su cerebro se centra tanto en el análisis de esas palabras que termina “bloqueándose”, y tiene que cambiar de tema completamente. Como consecuencia, pueden responderte “Ayer estuve viendo la televisión hasta tarde”. Un comportamiento que, si el maestro o los compañeros desconocen, es calificado al instante como “raro, pasota, no atento,...”.

Pues bien, este es un resumen del síndrome. Espero que os haya gustado, y os haya llamado tanto la atención como me llamó a mi cuando descubrí su existencia. A continuación, os pongo un par de vídeos muy interesantes para que entendáis un poco más el transtorno.

Saludos!








Decimos, hoy en día, y además lo afirmamos a pies juntillas, con una sonrisa en el rostro, que la mujer y el hombre ya están igualados en derechos, que la mujer ha pasado de estar relegada a un segundo plano, a engrosar largas listas de trabajos que, hasta entonces, sólo se consideraban de hombres.


Es cierto, la mujer ha ganado mucho durante estos años, ha demostrado tener la capacidad y la fuerza necesarias como para merecerse un puesto de trabajo y una autonomía que antes no tenía.


Pero, aunque duela reconocerlo, aún no lo hemos conseguido del todo. Parece ser que aún, en pleno siglo XXI, no hemos demostrado con creces nuestro valor y nuestra fuerza (no digo física, si no intelectual) en nuestra lucha por conseguir ser seres humanos. No pedimos nada más, simplemente dejar de jugar el rol que, parece ser que desde que nacemos viene con nosotros tatuado en el cuerpo, dejar de hacer lo que la sociedad espera que hagamos.


No tenemos por qué encargarnos únicamente de la educación de nuestros hijos y de llevar la casa. La educación de nuestros hijos, y el mantenimiento de nuestro hogar es una tarea de toda la familia, y no sólo de la mamá.


Y digo que aún no hemos conseguido esta igualdad absoluta porque todavía quedan matices, restos, de esa discriminación abusiva que antes sufríamos. Uno de estos restos lo encontré hace algunos meses en el diccionario de la Real Academia Española. Un fallo enorme para una sociedad que se declara “en igualdad de derechos”.


Esta es la definición que nuestro diccionario hace de “femenino”. Fijaos en una de las acepciones:


1. adj. Propio de mujeres.

2. adj. Perteneciente o relativo a ellas.

3. adj. Que posee los rasgos propios de la feminidad.

4. adj. Dicho de un ser: Dotado de órganos para ser fecundado.

5. adj. Perteneciente o relativo a este ser.

6. adj. Débil, endeble.

7. adj. Gram. Perteneciente al género femenino. Nombre femenino. Terminación femenina. U. t. c. s.


Sí, hemos ganado mucho... Pero aún nos quedan otras muchas batallas por ganar. Quizás dentro de otro siglo más, se pueda afirmar, por fín, que LAS MUJERES TIENEN LOS MISMOS DERECHOS QUE LOS HOMBRES.




Como no ando muy bien de tiempo, os dejo una joya de vídeo que encontré el otro día por youtube. Realmente te cambia tu forma de pensar, y con esto ves que, en realidad, si queremos, podemos.

Me gustaría que me dejárais comentarios con vuestra opinión.
Saludos,
Sara!



Y, por si no podéis ver el vídeo directamente, aquí os dejo el enlace:


Ayer, para celebrar mi cumpleaños (que es hoy), fui a ver la película "El niño con el pijama de rayas", y lloré casi hasta deshidratarme. Esta película me recordó, en parte, a la de "La vida es bella", no por la trama, ya que es completamente distinta, sino por el sentimiento que despierta en aquellos que la ven.

La película, para los que no la hayan visto aún, trata sobre el holocausto desde el punto de vista de dos niños con la misma edad, pero con destinos muy distintos.
Es tremendo cómo se enfoca tal pesadilla y barbarie desde esa inocencia que puede tener un niño con 8 años.
La película es desgarradora y escalofriante, y nos hace reflexionar mucho sobre todo aquello que pasó, sobre las atrocidades que se cometieron.

Quizás son cosas ya demasiado vistas, como me dijo mi chico, pero no está mal recordarlo siempre que podamos. En aquella época, todos dejaron de ser humanos, para transformarse en robots sin sentimientos ni principios. ¿Cómo pudo un solo hombre convencer a toda una población de que los judíos no merecían vivir? ¿Cómo pudieron creer los alemanes de raza aria que ellos eran los únicos que merecían la vida?
¿Cómo...? Son tantas las preguntas que nos podemos hacer sobre esto... Y tantas las respuestas invisibles que vamos a obtener...

Los seres humanos somos así, buscamos siempre ser superiores al resto, destacar en algo, y parece ser que nos importa poco el precio que tengamos que pagar. Estos alemanes vendieron su alma por "una patria mejor", mandaron a sus sentimientos a los campos de concentración, y exterminaron a cualquiera que no cumpliera con sus ideales, aunque fueran miembros de su propia familia.

Reflexionar sobre todo aquello me lleva a pensar sobre un ejercicio que hicimos en clase de psicología el año pasado, y que puede mostrar, en parte, qué fue lo que pasó en aquellas personas para llevar a cabo tal barbarie. Espero que lo disfrutéis:













Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla.
Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.

Creo que una de las razones por las que decidí estudiar magisterio fue esta. Desde pequeña demostré ser diferente a los demás. Reparé en que los adultos siempre estaban disgustados por algo, tenían muchas más responsabilidades que yo, nunca se conformaban con nada,...

Y aún recuerdo aquel día, en mi sexto cumpleaños, aquel deseo que intento cumplir día a día:
"No quiero crecer. Quiero seguir así el resto de mis días".
El deseo es tan cierto como que me llamo Sara, en serio. Aunque parezca mentira, con seis añitos yo ya sabía perfectamente qué quería ser en la vida, pero sobre todo, tenía muy claro qué no quería ser. Y no quería ser adulta.

Y sigo sin quererlo... A partir de entonces, mi lógica inocente e infantil se inventó una estrategia para enfrentarse al paso de los años y a sus consecuencias. Y en mi lógica aplastante, pensé que si no soplaba las velas de la tarta, si no decía a nadie qué día cumplía años, si no representaba de ninguna manera mi cumpleaños, seguiría teniendo la misma edad que antes, y lo más importante aún: seguiría siendo una niña.

Pero poco a poco, la cruda realidad te va haciendo despertar de esos sueños infantiles e inocentes, y quieras o no tienes que madurar, tienes que asumir responsabilidades, cumplir con compromisos que nunca has querido tener con nadie, pero que aún así tienes que tragar...

Y eso es hacerse mayor, nada más y nada menos. A cambio de todas tus nuevas responsabilidades, obligaciones y compromisos, tienes un poco más de libertad que cuando eras pequeño/a, pero salvo eso, "Hacerse mayor es una mierda", como decía ayer mi primo pequeño, de cinco años, que parece que va por el mismo camino que yo... xD

Ante esta cruda realidad, lo único que podemos hacer es no olvidar nunca nuestros años de juegos, de inocencia, de felicidad espontánea,... Hemos de saber apreciar que cualquier cosa de nuestro mundo, cualquier cosa, es una maravilla.

Un saludo, niños!


“Cuando nuestros sueños se han cumplido, es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad” (Lencios).

En efecto, nuestra vida se basa en ello: buscar nuestro sueño e intentar hacerlo realidad.
Los hay que desde el primer momento de sus vidas, ya tienen claro cuál es su sueño, y luchan día a día para conseguirlo. Sin embargo, también los hay que pasan una gran parte de sus vidas buscando ese sueño, ese deseo que les lleve a lo más alto de su felicidad.

Pero lo cierto es que todos, absolutamente todos los seres humanos del planeta, tenemos sueños. Aunque no todos podamos llegar a alcanzarlos…

Hace dos días, recibí una propuesta sobre una editora que me ayudo a valorar realmente este sueño de escribir. Se trata de una web que posibilita a autores noveles a publicar sus e-books gratuitamente para darse a conocer. Cuando recibí el e-mail, en el que esta editora me invitaba a editar algo con ellos, sentí un cosquilleo en el estómago, una sensación de “¡lo he conseguido!” que creo que no se me borrará de la memoria.
Sé perfectamente que esto no supone que me haga escritora, y mucho menos una escritora famosa, pero ya es un comienzo.
Y el hecho de que esta mujer se molestara en hacerme la propuesta, me hace sentir que valgo para esto.

Así que vuelvo más motivada aún que de costumbre, dispuesta a darlo todo, a escribir las historias más fascinantes que hayáis leído nunca y a proponeros las reflexiones más cotidianas, aquellas en las que nunca nos paramos a pensar.
No tengo la certeza de que lo vaya a conseguir, pero ya es un buen comienzo intentarlo. Al fin y al cabo, como decía Toni Meléndez (El hombre del vídeo del post anterior), yo tengo dos manos. Tendré que aprovecharlas, ¿no?

Escrito por:


Nunca acostumbro a publicar dos posts en un mismo día, pero el vídeo que acabo de ver se merece estar aquí. Este hombre sí que es un ángel.

No voy a comentar nada más sobre él, porque creo que estas imágenes valen más que cualquier palabra que os pueda regalar... Simplemente dadle al play.
Un saludo,
Sara.



El corto al que os enlazaba en el post anterior, de Sergi Pérez, es para mí una joya educativa para ver innumerables veces.
En los escasos diez minutos de duración, nos propone el tema de la homosexualidad en la escuela, desde la perspectiva de un niño de primaria en el día de carnaval.
Todo el vídeo es una delicia en sí. Como comienza, los diálogos que mantienen los niños, y aquellos a los que llamamos "adultos" (pero que en el vídeo se muestran mucho más ignorantes que los niños), no tienen desperdicio. Pero sobre todo el final, el final es la representación del futuro que le espera a nuestro protagonista, que tendrá que esconder siempre sus sentimientos.
La verdad es que no hay palabras para expresar todo lo que este cortometraje nos enseña. Es tanta la información que nos aporta en tan pocos minutos, que es más sencillo para el lector ver el vídeo, que leer mi "resumen".
Y después del comentario de mi amiga bloguera Luchida, poco más puedo comentar.
De verdad que os animo a verlo, nos os arrepentiréis. Sólo son diez minutos de vuestra vida.

El enlace está en el post anterior. De todas formas, buscáis en google "Vestido Nuevo", y os sale.

Escrito por:

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Hoy quería hablar de la sobreprotección que algunos padres tienen sobre sus hijos, pero el tiempo me lo impide, así que os voy a mandar deberes.

Me gustaría que vierais el corto al que os enlazo a continuación. No dura mucho, unos diez minutos. Pero si no tenéis tiempo o no podéis oírlo con detenimiento, dejadlo para otro momento. Quisiera que lo viérais detenidamente y sin prisas, y me comentárais qué os ha parecido.

Me encantaría que cada persona que entre al blog y viera el corto, me dejara un comentario. Me interesa muchísimo vuestra opinión. Y si este fin de semana no estoy demasiado liada, prometo subir el artículo sobre el que iba a escribir hoy.

Un saludo, y que disfrutéis el corto:

Vestido Nuevo


Cuando lo hayáis visto, yo también dejaré mi particular opinión en este blog, tratando muy de cerca estos temas y muchos más.



“La soledad es nuestro mejor regalo”

Posiblemente estas palabras las haya escrito una persona independiente y solitaria a la que no le guste la compañía, pero lo cierto es que yo difiero mucho de ese perfil y también estoy de acuerdo con dicha frase.

La soledad es nuestro mejor regalo porque en ella sólo nos vemos a nosotros mismos, y a nadie más. Porque cuando estamos solos no necesitamos fingir, dar una opinión falsa de algo, o intentar parecer que estamos bien cuando en realidad lo único que queremos es entrar en un sueño tan profundo como el de la bella durmiente.

Cuando estamos solos, somos egoístas, pero egoístas de verdad. Nada de lo que pase a nuestro alrededor nos importa.

Además, se dice del solitario que es más fuerte, menos vulnerable, que le aterra menos la gente. Y es cierto. Aquel que vive más de cerca la soledad (y digo esto porque absolutamente todos la vivimos, aunque unos en mayor medida que otros) no necesita las palabras de apoyo de los que le rodean, y tampoco se acobarda ante las críticas o amenazas que algunas otras personas le puedan propinar.

Pero entonces, ¿qué es bueno? ¿Estar solo, o acompañado?

También hay otra frase para explicar (en parte) esto : “Más vale estar solo que mal acompañado”.

Pero, ¿Cuándo estás mal acompañado? Me puse a pensarlo detenidamente, y caí en la cuenta de que, queramos o no, estamos mal acompañados siempre.

Estar acompañado supone aceptar lo que el otro opina, aunque no seas partícipe de su opinión. Supone hacer parte de lo que otra persona desee, aunque tú nunca lo hayas llegado a desear. Supone compartir, algo que a los seres humanos se nos da tan mal…

Estar acompañado supone muchas cosas que no nos son fáciles de conseguir, y que nos cuesta mucho llevar a cabo. Pero, a pesar de todo ello, a pesar de saber a lo que nos enfrentamos, de ser conscientes de lo que tenemos que dar a cambio, seguimos buscando la compañía.

Quizás porque nos sentimos demasiado pequeños ante el mundo. O quizás porque pensamos que nuestra vida no vale nada si no realizamos esos pequeños sacrificios, pero lo cierto es que, aunque nos cueste y nos agobie estar acompañados, terminamos buscando la compañía allá donde vamos.

Qué paradoja, ¿no?



Todos los seres humanos del planeta tenemos sueños, objetivos, fines en nuestra vida.

Alguna vez en la vida sentimos que hemos nacido para lograr tal cosa, y luchamos para conseguirla. Pero resulta que, en el intento, algunos de nosotros se desaniman y caen en el gran agujero de la desesperación, del desasosiego, de la intranquilidad.

Otros, sin embargo, con un carácter más tenaz e insistente, niegan rendirse a la primera de cambio, y lo intentan una vez, y otra, y otra, y otra…

Tal vez estas personas insistentes pasen toda la vida llevando a cabo esa tarea repetitiva: intentarlo una vez y otra; o tal vez consigan por fin su tan anhelado sueño.

Debe ser un sueño muy anhelado, porque si después de tanto tiempo luchando por conseguirlo, luego no te llena, no te hace feliz, mal vamos…

Y a propósito de ello, ahí es donde yo quería llegar. Muy bien, consigues tu sueño y todo es muy bonito. Estas feliz. Pero, ¿qué es estar feliz?

Y ahora no me vengan con el cuento, señores lectores, de que yo he tenido una vida muy triste y austera, y por eso no conozco la felicidad. Sí, la conozco (o creo que la conozco). He creído sentirla algunas veces en mi vida, pero cuando la alcanzo y por fín disfruto de ella… Pum, se esfuma en un momento. Y se esfuma de las siguientes maneras:

Si no consigo alguna otra cosa que me propongo, si no coincido con la opinión de alguien y termino discutiendo con esa persona, si mi novio pasa por una mala racha y la paga conmigo, si mi hermana está insoportable y me contesta mal, si, si, si…

Resulta que la felicidad, o lo que creemos que es la felicidad, es muy escurridiza. Toda una vida para alcanzarla, y al poco tiempo de tenerla, parece que ya no nos conformamos con ella. Entonces queremos conseguir otro objetivo. Y te dices a ti mismo, “¿Pero no era este mi sueño? ¿Por qué no puedo estar feliz ya, así sin más?”.

Y es que no nos conformamos nunca con nada. Lo peor es que esto cada vez va a más. Con el consumismo con el que hoy en día convivimos todos y cada uno de los días de nuestra vida, cada vez nos conformamos menos con cualquier cosa.

¿Es que nunca alcanzaremos la felicidad permanente o, al menos, duradera en su intermitencia?

Hace poco leí un artículo en una revista con el siguiente tema: “Cómo ser feliz en vacaciones”, y me dije “Ya está, me puedo morir tranquila. No veré nada así en mucho tiempo”. ¿Cómo es posible que haya gente que tenga que leer manuales de cómo ser feliz? Pero más interesante aún es que los lean aún cuando están de vacaciones. En el período en el que son libres (bueno, la libertad también es algo tan subjetivo como la felicidad).

Y pensar sobre esto me lleva a una conclusión un tanto peliaguda, y es que los seres humanos somos tontos. Sí, somos tontos y sobre todo sordos. Sordos con nosotros mismos. ¿Pensamos que, siendo tan diferentes como somos, vamos a poder seguir las mismas instrucciones para ser felices? Si fuera así, el manual de la felicidad ya habría aparecido tiempo antes. Posiblemente vendría como un anexo a la Biblia, o sería uanasignatura a impartir en los institutos… ¿Se imaginan?

- “ A ver, Pepito, dígame el capítulo 6 de cómo ser feliz en navidades, con una família felizmente aburrida. Rápido.

Los niños cogerían tal tirria a la asignatura que querrían ser unos amargados antes que ser felices. Además, si todos fueramos felices, ¿Qué aburrido sería el mundo, no? Y las personas tontas de remate que todos conocemos, ¿se imaginan verlas felizmente tontas?

Buf… No quiero ni pensarlo.

Ahora que también habría muchos aspectos buenos en “nuestro mundo feliz”:

- Las notícias tristes se relatarían con una sonrisa en la boca, y si se diera el caso de que alguien muriera, siempre habría tiempo para decir: “Bueno, se ha muerto feliz”.

- Los niños irían encantados al colegio, porque sus profesores explicarían felizmente matemáticas, lengua, ciencias sociales, y no con esa cara de amargados que tenían antes.

- En el congreso de los Diputados se contarían chistes.

- En la iglesia, el cura, en lugar de decir su "sermón habitual", protagonizaría monólogos y haría reír a sus fieles.

En definitiva, creo que todos debemos buscar la felicidad. Pero debemos buscar NUESTRA felicidad. El término es muy general, y lamento comunicarles que la felicidad, así en general, nunca llegarán a conseguirla.

Y si alguna vez sucede, me convertiré en una cucaracha para el resto de mis días.



Alguien dijo alguna vez que el arma más poderosa del planeta son las palabras, ya que pueden firmar la paz, o instaurar una guerra.

Ahora mismo no recuerdo exáctamente el nombre del autor de esta gran verdad, pero lo cierto es que en nuestro afán por superarnos día a día, por crear una sociedad más poderosa y fuerte, aún parece que no nos hemos dado cuenta del poderío de las palabras.

Lamentablemente, cada vez se usan menos las palabras. Tanto de forma escrita como hablada. No hay apenas comunicación, y menos entre los jóvenes.

Los niños de hoy en día llegan a sus casas con ganas de encender la televisión, de jugar a la play, la wii, la nintendo DS, la game boy, …. Pero pocos niños se sientan un rato junto a sus padres, para comentar qué tal les ha ido el día a ambos.

Es triste, pero es así. Yo no soy tampoco mucho más mayor, pero recuerdo, de pequeñita, que cuando salía del cole, mi madre iba a recogerme, y en el trayecto hasta casa le contaba todo lo que había hecho en el día. Además, cuando llegabamos a casa, merendábamos juntas y terminábamos de contarnos nuestro día.

Y esa es otra. Si veía la televisión, nunca jamás estaba sola. Ahí al lado estaban mis padres para examinar con detenimiento si lo que estaba viendo era acorde a mi edad.

Ahora nada es igual. La mayoría de los niños vuelven solos a casa del colegio, tanto si su casa está al lado, como si tiene que cruzar veinte semáforos, da igual.

Y la culpa no es completamente de los padres, puesto que estos están todo el día trabajando, para ganar un sueldo suficiente como para pagar la hipoteca, los gastos de la casa, la comida, la ropa, los estudios del niño,…

Vivimos en una sociedad de contínuo gasto. Una sociedad consumista que no se conforma con vivir bien, no. Tenemos que vivir siempre mejor.

Y es que no nos conformamos con nada, esa es la realidad. Todo nos parece poco, y siempre vamos a buscar más y más.

Quizás estamos queriendo crecer a pasos agigantados, y en nuestro afán por ser más y más grandes, nos estamos dejando muchas cosas en el camino. Una de ellas, la comunicación.



Ayer, gracias a una bloguera, vi la película "Posdata: te quiero". Cuando la vi en cartelera, pensé que sería la típica película romántica y empalagosa de siempre, pero cómo me había equivocado...

La película narra la historia de una pareja que se casó muy joven, y que a pesar de las discusiones diarias por las que pasan, se quieren muchísimo.
El marido, muere al cabo de dos meses de un tumor cerebral, pero antes le prepara a su mujer una sorpresa para despedirse de ella. Una vez muerto el marido, la mujer irá recibiendo cartas suyas de maneras distintas. Y en esas cartas, su marido le pedirá que haga cosas.

Creo que nunca he llorado tanto viendo una película. Más que nada porque me sentí muy identificada con el personaje de la mujer. Yo necesito siempre tener todo planeado, me agobio con nada, ...

Con esta película, creo que he aprendido a ver las cosas desde otra perspectiva, a no hundirme tán rápido si veo que algo no lo consigo a la primera, a buscar mis sueños y a intentar hacerlos realidad como sea.

Os invito a todos a que la veáis, a que lloréis y riáis con ella, porque es una película que mezcla muchos sentimientos y emociones.
A mí me ha inspirado muchísimo, y es por ello que he escrito un relato en mi blog "Historias de una escritora".

Un saludo,
Sara.


Hace ya varios días caminaba por el parque con mi chico. Me gusta andar por allí, y sentarme en el césped, a la sombra de una palmera, o en uno de los bancos que hay.

El parque está hecho una mierda. Con los festivales de la canción, los camiones tenían que entrar para montar el escenario y demás, y el suelo está quebrantado, sucio, e incluso levantado por algunas partes. Tanto es así, que ya no se permite jugar en el parque, por miedo a que los niños tengan accidentes, de lo mal que está el suelo.

Pero bueno, yo no quería contar esto. Me senté en un banco al lado de un parquecito donde podía ver a los niños jugar. Me encantan los niños (si no, no tendría sentido que estudiara magisterio), y verlos cómo interactúan entre ellos, escuchar sus conversaciones, verlos reír, creo que es lo que más feliz me hace en este mundo.

Pues en un momento de esos en que se hizo el silencio entre él y yo, escuchamos los dos atentamente la conversación que venía del banco de al lado. Y la escuchamos con una mezcla de asombro y curiosidad.

Resulta que los que estaban hablando eran un padre y su hijo y, por lo que decían, el hijo se había ido con su padre a pasar las vacaciones. El hijo tendría unos dieciséis años, y sus padres se habían separado recientemente. El padre, que fue quien nos llamó la atención y nos impulsó a escuchar la conversación, con esos gritos tan fuertes que pegaba, le estaba echando en cara al hijo que cada vez se parecía más a su madre, y que esta le había estado poniendo en contra de él todo el tiempo que ha estado con su madre.

Luego, le contaba problemas que deberían quedarse entre él y su mujer (o ex mujer) únicamente, como que la mujer se había quedado con todo el mobiliario de la casa donde vivían, que no le había dejado ni una sola televisión, que se había llevado prácticamente todos los bienes que tenían,…

El pobre chaval estaba alucinando. Lo que había empezado por unas vacaciones con su padre, lejos de todos, estaba resultando ser una pesadilla sin salida. ¿Qué tenía él que ver en que su madre se hubiera llevado todas las televisiones de casa? ¿Qué culpa tenía el chico de que se hubieran separado sus padres?

En realidad no tenía ninguna culpa, y no tenía ninguna relación con la separación de sus padres. Era triste observar cómo le estaban tratando como un bien más, peleándose con él como si este no tuviera sentimientos, opiniones, o no pudiera tomar decisiones por él mismo.

Nosotros no llegamos a escuchar la conversación entera, ya que nuestro cabreo era tal que tuvimos que largarnos de allí, pero seguramente ese chaval, cuando cumpla la mayoría de edad, va a estar encantado de irse de casa, dejar a sus padres atrás, y vivir la vida que él quiere, sin tener que dar explicaciones a nadie más que a él mismo, y sin tener que medir al milímetro cada gesto, cada frase, para no molestar ni a su padre ni a su madre.

Los padres no se dan cuenta de que los hijos no somos un saco de boxeo sobre el que descargar todos los problemas personales o de pareja a los que estos se enfrentan. No somos un producto ni un generador de sus discusiones, y no nos merecemos que nos traten como a simples bienes.

Somos personas. Personas que estamos aprendiendo a vivir, que necesitamos tomar nuestras decisiones, aprender a levantarnos si nos caemos, a ser fuertes y no dejar que nadie nos pisotee. Necesitamos aprender a ser felices, y los padres así no están ayudando, al igual que no lo hacen los que nos sobreprotegen tanto, pero eso será tema de otro post…



En la vida hay muchos ángeles. Son angeles anónimos, por supuesto. Ángeles que parecen seres normales, con sus defectos y sus virtudes, pero que a medida que les conoces, descubres en ellos que no tienen defectos o, por lo menos, los disimulan a la perfección.

Yo he tenido el privilegio de conocer a varios de ellos. Ángeles que te confiesan que lo son cuando te cuentan su vida y todo su esfuerzo en el pasado por conseguir el maravilloso presente que viven ahora. Son personas que nunca, NUNCA, reconocen su valentía, su fuerza, su afán por superarse día a día.

Personas tan humildes en su forma de ser, que hacen al más engreído sentirse diminuto y bajar escalones para dejarle a ellos los más altos.

Esas personas luchan cada día por su pareja, por sus hijos, por su família. Y a pesar de su lucha, de su esfuerzo y su dedicación, el mundo sigue girando, y los que lo habitamos no nos damos cuenta, e incluso a veces les insultamos, les criticamos y les menospreciamos.

Este post va dirigido a todos esos ángeles. Y en especial a un ángel que vive en Menorca y lucha todos los días por mantener a esos dos niños preciosos.

Llevo mucho tiempo sin verte, angelito. Te echo de menos.

Un besazo a todos,

Sara.



Ayer fui a ver la película “Venganza”, y es por eso que decidí abrir un nuevo blog. Quiero expresar muchas más cosas, y no sólo por medio de cuentos o microrrelatos, como en mi blog principal. Por ello, en este blog revelaré mi opinión sobre temas que nos incumben a todos, temas de nuestra sociedad actual.

Como decía, ayer fui a ver la película “Venganza”. Una película tan real, que desde el primer momento te sientes parte de la historia. Es una película en la que todos (o casi todos) los espectadores abrimos enormemente los ojos, y sufrimos casi de primera mano los desastres de esta sociedad.

La película, para los que no la hayan visto, trata de un hombre que oye, al otro lado de una conversación telefónica, cómo una banda especializada en la venta de jóvenes, secuestra a su hija. El padre, un espía retirado, tan sólo dispone de unas horas para recuperar a su hija antes de que desaparezca por completo.

Es una película que te mantiene en vilo durante toda la historia. Supongo que todos los que la hemos visto, esperamos que el padre encuentre por fin a su hija, que todo quede en un susto, y que los mafiosos vayan a la cárcel. Es la historia perfecta, sin duda. Y, claro, la película no puede tener otro final que no sea ese (lo siento por estropearlo).

El problema es que en la realidad esto casi nunca (más bien nunca) sucede. Desaparece una joven, toda la família se moviliza, todo el pueblo, el barrio, los amigos, los conocidos se movilizan. El caso de la desaparición sale en todas las cadenas de televisión, en todos los periódicos, se nombra en las radios,…

Pero siempre hay dos vías para estos casos: o bien el cuerpo aparece sin vida unos días más tarde, o bien nunca jamás aparece.

Resulta que la realidad dista bastante de la ficción.

Lo que sí resultó completamente real fue el apoyo que daban los medios gubernamentales en la película a ese padre. Ese apoyo es exactamente el mismo en la realidad: nulo. Muchas veces, incluso, esos medios gubernamentales conocen perfectamente el problema, y ponen todo su empeño en ocultarlo, en lugar de sacarlo a la luz e intentar que no se produzca.

Es deprorable.

Os invito a que veáis la película, y compartáis vuestros sentimientos y opiniones conmigo.